“Terminó la tormenta.
Pero el silencio es otro.”
Pablo Neruda
Al escribir este artículo me
propuse mantener el silencio. Apagué la música que me acompaña de fondo durante
la mayor parte del día, desconecté algunos electrodomésticos que emitían
sonidos (incluyendo la computadora), y con un lápiz y una hoja me senté para
intentar disfrutar del silencio mientras comenzaba a escribir. No descubrí nada
nuevo al notar la imposibilidad del silencio, pero sí volví a sorprenderme como
todas las veces que intento atenuar los sonidos de alrededor. Inmediatamente
surgen otros sonidos en reemplazo de los que ya no están. Los pájaros, los
vehículos en la calle, las voces de la gente afuera. Volví a intentarlo por la
noche, a la madrugada. Entonces surgió con más fuerza el sonido de los insectos
nocturnos, del viento, de mi propia respiración, el sonido del lápiz
deslizándose sobre la hoja. Sé que nunca lograré obtener silencio puro, pero igualmente es recomendable realizar este
experimento buscando disminuir la intensidad de los sonidos a los que ya
estamos demasiado acostumbrados. Esto ayuda a poner la atención en otros
sonidos, saliendo un poco del caos sonoro que nos acompaña incesante durante el
día.
Eso a lo que normalmente llamamos silencio, es la ausencia de los sonidos que resultan más predecibles. Si una persona está hablando, el silencio se referirá a la falta del habla en ese momento. Así, en una obra musical para piano solo, el silencio se refiere a ese instante en el que ninguna de las cuerdas del piano se encuentra vibrando.
En música, el uso del silencio es muy importante ¿Cuántas frases musicales son mucho más expresivas
por estar acompañadas del silencio? En los primeros compases de la sonata “Patética”
de L. Van Beethoven, es suficiente una pequeña cesura al final de cada frase
para cargar de energía la siguiente, acentuando el ataque del forte de esos
acordes que irrumpen desde el registro grave del piano. O, sin hacer un
análisis tan profundo, cualquier persona puede notar que no es igual el
silencio que hay antes de que comience la obra, que el que ocurre al finalizar
el primer movimiento, justo antes de comenzar el segundo. Termina la tormenta y
el silencio es otro, parafraseando a Neruda.
La música popular moderna tampoco
desperdicia este valioso recurso,se puede apreciar esto en muchas canciones de
rock. Son clásicos los cortes en los que toda la banda sucumbe al silencio
para luego retomar en conjunto con mucha más energía de la que habían dejado en
el último acorde.
El silencio puede ser el más
expresivo de los sonidos y a esto lo podemos comprobar a diario. No hay que
olvidarlo a la hora de componer una obra musical, no pensemos sólo en los
sonidos a utilizar, sino también en el silencio como recurso compositivo.
“La experiencia sonora que
prefiero sobre todas las otras, es la experiencia del silencio” decía John Cage
en una entrevista realizada en el año 1991, después de haber hecho una gran
carrera como compositor y teórico musical, influyendo a una enorme cantidad de
músicos de diferentes ámbitos artísticos y estilos musicales. Cuarenta años
antes de dicha entrevista, Cage, durante un experimento
sonoro, ingresó a una cámara anecoica en busca de silencio. Fue ahí donde,
dicen, descubrió que “el silencio no existe”. Pero tomando ese otro concepto de
silencio, ese que está cargado de cultura, de arte, de energía, Cage encontró
una gran herramienta de trabajo y supo utilizarla con sabiduría para invitar a reflexionar al espectador (sobre todo a aquel que contaba ya con una formación
musical) y para ayudarlo a vivenciar experiencias sonoras nuevas comprendiendo ruido,
sonido y silencio de una manera diferente a la que los músicos estaban
acostumbrados. Debido a todo ese trabajo es que podemos basarnos en las
palabras del compositor para intentar vivenciar la experiencia sonora del
silencio.
El objetivo de este artículo
no es más que abrir una pequeña puerta en el lector si es que aún permanecía
cerrada.
Tomar conciencia del silencio
como algo inexistente, pero a la vez como un recurso completamente real y
pensarlo como un material sonoro, puede ayudarnos a abordar nuestras próximas
composiciones con un plus, con una nueva idea a tener en cuenta. Hagamos sonar
cada nota, cada acorde, cada silencio, con un propósito expresivo; que cada uno
de ellos tenga razón de ser; que cada segundo de música valga la pena. No olvidemos
por qué hacemos música. Siempre hay algo que decir y algo que callar.
El silencio puede ser el más
expresivo de los sonidos.
Martín, TMO
Este artículo, al igual que todos los que son publicados en el blog del TMO, están abiertos a sugerencias, debates, correcciones y todo tipo de aporte que tenga como fin colaborar con el crecimiento y la formación de los integrantes de esta comunidad.
Martín, TMO
Este artículo, al igual que todos los que son publicados en el blog del TMO, están abiertos a sugerencias, debates, correcciones y todo tipo de aporte que tenga como fin colaborar con el crecimiento y la formación de los integrantes de esta comunidad.
5 comentarios:
Fantástico! TMO
Como se dice vulgarmente; me paro de pie.
Agradezco enormemente este artículo, y todos los videos que publicas compartiendo tus conocimientos... me han servido bastante para aprender teoría, pues a pesar de que llevo 20 años tocando e interpretando música (más de oído), me falta profundizar la parte teórica, y tus publicaciones me han servido un millón en ello, Muchas gracias. Saludos desde Chile.
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