Música Popular y Académica


Desde que tengo memoria la música siempre estuvo ahí, sonando, musicalizando todos los momentos de la vida, desde el comienzo. Y es muy probable que te haya pasado lo mismo; uno no recuerda que un día le dijeran “escuchá, esto es música” y haberla escuchado por primera vez. La música es algo de toda la vida.
También desde que tengo memoria pude diferenciar entre la música popular y la música “clásica”, sin saber fundamentos que justificaran esa diferenciación, pero clasificándola al fin. Luego, estudiando música, supe que el término “música clásica” no era del todo correcto para marcar esa distinción; los términos más adecuados eran entonces “música popular” por un lado y “música académica” por el otro. Pero ¿cómo se diferencian? ¿Por qué cualquier persona al escuchar una sinfonía de Beethoven puede intuir que se trata de música académica y al escuchar una canción de Guns & Roses que se trata de música popular? ¿Cómo se podría justificar esa respuesta si la persona en cuestión no tiene una formación musical?


1. “Por la instrumentación”

Podría decirse que si la música está siendo ejecutada por una orquesta, lo más probable es que se trate de música académica. 
Pero cuando se escucha una canción como “Eleanor Rigby” de The Beatles, esta teoría cae rápidamente. La canción está grabada con una instrumentación orquestada que se encarga de acompañar a la voz solista. Lo mismo que ocurre en una ópera de Mozart, solo que la canción de los Beatles forma parte de la música popular y la de Mozart se considera música académica.
También se puede agregar a esto que F. Chopin compuso casi la totalidad de sus obras para un único instrumento: el piano. Aunque escribió también otras partituras, como las de orquesta en sus conciertos para piano y orquesta, pero su obra en general está pensada en función del instrumento que el compositor dominó desde que era un niño y que eligió para que lo acompañe hasta sus últimos días. Y no es necesario aclarar que el piano es un instrumento muy utilizado también en los diferentes estilos de la música popular.
Queda entonces descartado este argumento; la instrumentación no indica que una obra sea académica o popular.


2. “El ámbito donde se lleva a cabo esa práctica musical”

Creo que ni siquiera es necesario argumentar mucho para saber que esto no influye para nada en la clasificación sobre la cual intento reflexionar. Quedó ya muy lejana aquella época en la cual los teatros estaban destinados a albergar los conciertos de música académica mientras que la música popular debía conformarse con animar fiestas o rituales. Las propuestas de inclusión social que proponen llevar orquestas o distintos grupos de diferentes músicas para dar conciertos en barrios, clubes, estadios, etc. son una buena herramienta para combatir ese elitismo. Agregando a esto los grandes conciertos al aire libre que bien pueden ser de una orquesta sinfónica bajo la batuta de cierto director de prestigio internacional o bien puede utilizarse ese mismo escenario para un festival de bandas pop. Entonces, sin necesidad de profundizar mucho en el tema, la conclusión es que esto tampoco influye en la clasificación en cuestión.


3. “La música escrita es académica y la que se transmite por tradición oral es popular”

Teniendo en cuenta el desarrollo histórico de la música en general, este podría ser quizás el argumento más acertado. Pero estamos en el siglo XXI y, por este motivo, debo decir que ésta tampoco es una manera de clasificar la música como académica o popular. Si alguna vez escuchaste hablar del “Real book” ya sea de jazz o de tango, sabrás de la existencia de estos libros que recopilan obras tradicionales del estilo, las cuales están escritas, aunque la información musical está proporcionada de una manera en particular: la melodía está escrita de manera tradicional (notación musical europea, desarrollada en el ámbito académico), mientras que la armonía se expresa en cifrado (recurso característico de la música popular, aunque no es ajeno a la música académica). Pero este tipo de escritura que excede los elementos de la notación “clásica” ya se ha visto en las partituras con grafías alternativas de compositores del siglo XX, que no por eso dejaron de ser denominados académicos.

Esta serie de ítems que propongo, tienen la única finalidad de invitar a la reflexión respecto de los cambios en la práctica musical a lo largo de la historia, ya que esto es lo que hizo que esa linea que, se suponía, debía separar a la música académica de la popular, fuera cada vez más difusa hasta finalmente estar casi desaparecida en la práctica musical actual.
El desarrollo del estudio de la música tiene orígenes directamente relacionados al elitismo que mencionaba anteriormente. Solo algunas personas podían acceder al estudio de la música, las mismas pocas personas que también tenían acceso a la escritura; por este motivo es que el estudio académico de la música abandonó la práctica de la tradición oral mientras que la música popular continuó teniendo esta característica como una de las herramientas fundamentales de su desarrollo.
El paso del tiempo ha dado lugar a que la divulgación cultural rompiera ciertas barreras, por lo que la música académica empezó a llegar a los sectores sociales que anteriormente no tenían acceso a ella y a su vez la música popular comenzó a circular más en los ámbitos que antes le cerraban sus puertas. A raíz de esto, comenzó a verse que ciertos elementos (como la instrumentación por ejemplo) empezaron a migrar de un ámbito al otro; de ahí las obras populares orquestadas o con contrapunto, modulaciones complejas y un desarrollo elevado de la armonía. Mientras que en la música académica surgieron algunas otras prácticas, como la utilización de ciertos ritmos folklóricos de diferentes regiones en los denominados "estilos nacionalistas”, que incluyen también instrumentos autóctonos de la región correspondiente a cada caso, además de las rítmicas características de estos estilos y diversos recursos compositivos que provienen de la práctica popular, que a su vez había tomado recursos propuestos desde el ámbito académico, el cual los había tomado de la práctica popular cuando esta aún no se había academizado.
Y este ciclo se cierra y se vuelve a abrir cuando los compositores del siglo XX ponen en duda a toda la comunidad de estudiosos de la música, los melómanos y por qué no también a los comerciantes del mercado musical, ya instalado desde hace tiempo en el circuito del arte. Compositores como Gershwin en Norteamérica o Astor Piazzolla en Argentina ponen en duda a todo aquel que quiera clasificar a la música como “académica” por un lado, “popular” por el otro. En las escuelas de música ya no se estudia solamente a aquellas composiciones europeas del siglo XVIII, sino que hay academias especializadas en jazz, en tango, en folklore. Academias que estudian y enseñan música “popular”. Esa música “popular” es también “académica” entonces. Y sumando a esto que los estilos minimalistas de compositores de música culta proponen formas, texturas y armonías más simples que la mayoría de las piezas de jazz, se agrega otra gota en aquel vaso que hace tiempo desbordó su contenido. Sedientos, los músicos de cine beben de aquel exceso de clasificaciones bipartitas lanzando la primera piedra sobre el cuerpo tembloroso de los amantes de las ramas más conservadoras de la musicología tradicional y académica (y eurocentrista, valga la aclaración). 
Esa música, la que suena en el cine, en la radio, en Spotify, en YouTube, ¿es música académica? Y aquella otra música, la que se estudia en academias, la que se encuentra escrita en libros de recopilaciones, que se escucha en teatros, estadios, en la radio, en Spotify, en YouTube, ¿es música popular?
La divulgación cultural en las redes está dando un aporte inesperado a la comunidad de músicos de cualquier estilo, ámbito y formación. La cantidad de información útil, interesante, entretenida, pero que también es analítica, reflexiva y finalmente confiable (en los mejores casos), es una herramienta que hoy, en pleno siglo XXI, no puede pasar desapercibida. Como así también, es agradable notar que el mercado, antes cerrado sólo para las “estrellas”, abre pequeñas puertas para que todo músico pueda mostrar su contenido mediante una u otra plataforma en la red. 
Abramos de una vez los brazos para recibir a estas nuevas prácticas musicales y dejemos que caigan por su propio peso las viejas clasificaciones que intentan dejar de un lado a la música que se puede hacer y del otro lado a aquella que conviene silenciar. Llevemos a la practica musical un paso más adelante y hagámosla circular de la manera que más nos permita fluir, después de todo ¿Para qué hacemos música?

Martín Aguilera, 
Buenos Aires
Noviembre de 2018

Este artículo, al igual que todos los publicados en el blog del TMO, está abierto a sugerencias, debates, correcciones y todo tipo de aporte que tenga como fin colaborar con el crecimiento y la formación de los integrantes de esta comunidad.

2 comentarios:

Tonos Para Celular dijo...

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